En algún momento de una tarde
cualquiera, Peter Pan se acerco temeroso al mostrador de una farmacia, espero
su turno, y cuando por fin lo atendieron no pudo articular palabra alguna.
Estaba nervioso.
El farmaceuta sonrió y le dijo, tranquilo,
yo sé lo que quieres. Regreso con una cajita de condones y le dijo, ¿es la
primera vez? Peter Pan no le respondió, todavía estaba nervioso.
El farmaceuta decidió ofrecerle
algunos consejos mientras le cobraba, Le
hablo del punto “G”, le recomendó el uso de lubricantes y le recalco que lo más
importante era no ponerse nervioso.
Después de este monologo, Peter
Pan por fin pudo hablar. Le contó sobre Wendy, la chica con que salía desde
hace una semana, que tenia catorce años y unas tetas pornográficas.
El farmaceuta celebro todos los
detalles, le dio el vuelto y se despidió. Quedo pensando que le gustaría ser
joven y encontrarse una chica jovencita dispuesta a tener sexo.
Peter Pan llego a su casa, se
ducho y acomodo, le pidió el carro prestado a sus padres y enfilo rumbo donde
su joven amada. Llego a la casa de Wendy, toco el timbre y espero.
La puerta se abrió y en vez de
ver a la chica deseada se encontró de frente con el farmaceuta. Era el padre de
la niña.
Una andanada de golpes y patadas
cayeron sobre él. Wendy, sin entender nada, gritaba desde el fondo sujetándose
las tetas…
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