Y luego me subió la falda hasta la cintura,
y con un movimiento magistral,
como si ya llevara tiempo practicádolo,
me despegó los panties de mi cuerpo,
pero unos hilíllos de miel caliente se resistían
a que la tela se desprendiera de mi carne,
pero usó sus dedos para cortarlos de un tajo,
y usó su lengua para chupar la prenda.
—¿Aquí? —dije con voz frívola.
Pero ya no respondió,
ya estaba jugando con mi trasero;
¡cómo le encanta!,
podría dormir en él,
podría vivir en él,
podría comer de él,
y comió...
lo apretó y lo mordió,
lo abrió y lamió,
y comenzó a alimentarse de él,
mientras sus dedos se
metían en mi sexo,
porque siempre le complace
más, verme morir a mí de placer;
y morí.
Y luego subió un tacón a su hombro y me sentí más expuesta, más sucia, más mía, más suya; me incliné hacia adelante hasta que mi mejilla chocó con la pared fría, y reprimí mis gestos para el que me viera no supiera, y él seguía alimentándose de mí.
Y luego me partí en dos,
y luego lo tomé de lo cabellos,
y luego lo restregué muy fuerte
hasta que mis rodillas se doblaron
y mis ganas se escurrieron,
y él desde atrás hasta adelante
se alimentó de mí.
Y luego subió mis panties,
y me dió una nalgada,
prendió un cigarrillo y me
sujetó de la cintura porque
aún yo estaba desfallecida.
Sacó la primera bocanada
de humo, y dijo:
—Sí, aquí.
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