El mexicano Guillermo del Toro sigue explorando mundos de seres extravagantes, y me sigue demostrando en la mayoría de sus películas (salvo “El espinazo del diablo” y “El laberinto del fauno”) que es un plagiador de ideas a las que no sabe darle frescura.
Se relame en el mucho amor que tiene al cine serie b, a los musicales, a los cuentos de hadas, esto también lo han hecho realizadores como Tim Burton o Tarantino, pero ellos han sabido impregnar sus relatos de fulgor narrativo.
Del Toro, lo más que sabe es hacernos ver que este pseudo-La Bella y Bestia fornican explícitamente, pero este rasgo (de zoofilia) aparentemente políticamente incorrecto queda metido con calzador para ofrecer morbo.
Y es que este anhelado romance queda más forzado que intentar meter un elefante por la cabeza de una aguja, orgánicamente inverosímil, y es que lo que vemos por parte de ella al anfibio es lástima y compasión.
Lo único que demuestra el relato, que no es solo un problema de mudez lo que tiene la protagonista, es uno mental, que vínculo afectivo se ha establecido entre los dos más allá de que ella le ofrece huevos cocidos y al bicho le gustan?
Y es que me ha resultado una película con todos los clichés habidos y por haber, con personajes más que planos, estereotipados hasta el hartazgo, con buenos muy buenos y malos horribles, donde lo gris no existe, donde la profundidad se nos quiere dar a empujones con situaciones un millón de veces vistas...
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