Los fines de semana, se podía ver una figura que deambulaba por las afueras de Ciudad Picapiedra, los lugareños decían que era la muerte.
Comentaban que, aquel que se atreviera a verle la cara, le sería mostrado su propio fin. Betty Mármol, abrumada por la curiosidad, se instalo en los limites de la ciudad.
Allí, entre las sombras nocturnas, pudo ver el rostro de aquella figura. Fue una versión de ella misma pero envejecida. Putrefacta. Los ojos arrastraban todos los pecados que alguna vez se han cometido.
Betty dio un grito ahogado, la muerte le sonrió con soltura. Las almas atormentadas eran las preferidas de su colección...
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