Penélope Glamour aun conservaba una figura atlética. Uno de sus deportes favoritos había sido el salto de trampolín. Le gustaba la sensación de abandono que experimentaba, de pie, en el extremo de la plataforma de tres metros.
Sola, en peligro, preparándose mentalmente antes de precipitar su cuerpo al vació. Cayo en la cuenta de que muchas de las cosas que hacia eran muy similares. Implicaban peligro.
No entendía por que se sentía por el riesgo tan a menudo. Pero era consciente de que gracias a esos momentos de tensión era capaz de llegar al final del día.
Cuando manejaba, conducía por el carril de alta velocidad. En la playa, se adentraba en las corrientes apartadas de la costa. No tenia novio formal y rechazaba casi todas las propuestas de citas.
Sentía un vació extraño en su vida e intuía que un desconocido, por muy entusiasta que fuera, constituiría una complicación añadida que no necesitaba.
No ignoraba que, debido a su comportamiento, sus probabilidades de morir joven eran muy superiores a terminar enamorándose. Curiosamente estaba a gusto con su situación.
A veces, cuando se miraba al espejo, se preguntaba si las marcas de tensión en las comisuras de sus ojos y boca eran consecuencia de su visión de la vida.
Penélope Glamour, había llegado a confundir independencia con soledad. Esa era la trampa en que había caído...
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