Cuando por fin le toco tomar clases de anatomía, Ronald McDonald no podía contener su felicidad. Ahora si podía meterle mano a un cadáver de verdad verdad.
La mañana cuando entro por primera vez en la sala de disecciones nunca se le olvidara. El encargado de conservar los cuerpos en formol recibió a los estudiantes con una sorpresa muy original. Colgó del techo el cadáver de una mujer desnuda con un nudo de horca.
A Ronald McDonald le pareció una broma genial y se destornillo de la risa. Desde entonces se dedico a inventar bromas por el estilo a escondidas de sus profesores y compañeros de estudio.
Cuando terminaba la clase, Ronald McDonald se quedaba un rato mas y entonces hurgaba los órganos de los muertos. Intercambiaba el corazón con el estomago, o la vesícula con el hígado, o la nariz con un pulmón.
Ronald McDonald se divertía un mundo viendo las caras de los que les tocaba intervenir semejante rompecabezas. El encargado, cómplice con Ronald McDonald, deliraba con cada nueva idea.
Ronald McDonald no le daba asco nada, o casi nada. No lo único que no le gustaba era verle la cara a los cadáveres. Por eso no se las destapaba nunca.
Una vez se atrevió a hacerlo. Mas nunca volvió a meterse con ningún muerto.
Se le ocurrió cortar un pene y meterselo en la boca a otro fuera mujer. Consulto con su cómplice y procedió diligentemente. Secciono un miembro y fue a destapar la cara de un cadáver una mujer vieja.
No pudo hacerlo. Al ver el rostro de la mujer se dio cuenta que era la niñera que lo cuido muchos años cuando pequeño. Quedo espantado. Mas nunca pudo seguir estudiando medicina.
Desde entonces, Ronald McDonald se dedico a hacer publicidad de hamburguesas...
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