Por un momento hemos de admitir que en todo hombre hay una de las especies animales de la creación. Se dice que en cada camada de Lobos nace un perro. Este es muerto por la madre, de lo contrario al crecer se comería a los hermanos. Dotase de un rostro humano a este perro, hijo de una loba, entonces tendremos al Inspector Gadget.
El Inspector nació en una prisión. Madre echadora de cartas, padre preso por tahúr. Ya siendo mayor, el inspector pensó que estaba fuera de la sociedad y desespero de no poder entrar nunca en ella. Observo que la sociedad mantiene irremediablemente fuera de ella a dos tipos de personas, las que la atacan y los que la guardan. No tenia elección. Entro en la policía.
Prospero. A los cuarenta años ya era Inspector. En su comienzo presto servicio en los presidios. Durante este periodo desarrollo un frunce central permanente, la mirada sombría, la boca recogida y temible y un aire de mando feroz.
Se volvió estoico, serio, austero, soñador triste, humilde y altivo, en resumen, un fanático. Toda su vida se limitaba a ver y vigilar. Su conciencia derivaba en las formas mas tortuosas de la ley.
El Inspector tenia siempre un ojo fijo en la Pantera Rosa. Ojo lleno de sospechas y de conjeturas. La Pantera Rosa lo advertía, soportaba sin aparentar enterarse, aquella mirada incomoda y casi pesada.
El Inspector buscaba secretamente con esta curiosidad propia de su mal talante policial, todas las huellas y antecedentes que la Pantera Rosa pudiera tener.
La Pantera Rosa, hábil cínica para lidiar con las pasiones, demostraba que nada puede ser infalible en un policía obsesionado. Propio de su instinto, la Pantera Rosa se divertía confundiendo y desorientando al Inspector.
El Inspector, evidentemente desconcertado, de algún modo, por el aspecto natural y la tranquilidad de la Pantera Rosa, no dejaba de alimentar en su fuero interno, el momento de ponerle las esposas...
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