Al otro lado de las conchas marinas, descubro a mi amigo, Sebastian. Ahora quiere ser un cangrejo ermitaño.
Vive en una gran concha, sentado siempre en su casa, quiere dar protección extra a sus cuartos traseros, dice que están desprotegidos.
Le comento que no creo que su concha le dure mucho, a lo que responde que cuando alguien quiere jugarle una mala pasada se repliega en el interior de su concha y tapa la entrada con su tenaza derecha.
Esta es mas grande que la izquierda, la usa como puerta. También vive con varias anémonas que llevan sus cabelleras sueltas, azul y dorado. Están pegadas en el exterior de la concha.
Les va bien vivir juntos, las anémonas no se pueden mover solas y Sebastian les sirve de transporte. Caminando sobre sus potentes patas delanteras mueve la concha de un lado a otro, así a las inquilinas les es mas fácil conseguir alimento.
Salen a cenar afuera todas las noches, a cambio ellas lo protegen, pues sus ondulantes mechones contienen un veneno que disuade de cualquier ataque, sobre todo de los pulpos.
Dejo a Sebastian cavilando, me ha dicho que los problemas no vienen solos, la concha ya le es demasiado pequeña...
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