Los seres humanos apelamos a las circunstancias cuando queremos librarnos un poco de las responsabilidades. “Es que soy huérfano”, “No choqué, me chocaron”, “Estaba borracho la primera vez que la besé”.
No son meros pretextos. Ves a las personas y no puedes negar que hay algo de verdad en sus palabras, incluso cuando encuentras a un tipo metido en tu carro que, a las dos de la mañana, te dice: “No lo tomes como algo personal, es que he tenido una semana muy difícil”.
Algo sucede con el mundo que nadie quiere aceptar su ración de responsabilidad. “Nos da placer morboso creernos víctimas de algún despojo”.
Nada como un choque para constatar el fenómeno. Ves a los implicados y te das cuenta de que las evidencias no cuentan tanto como la convicción con la que los conductores niegan todo. “Estaba usted tomando una calle en sentido contrario”, dijo el oficial. Aún así el ruletero le pidió un reglamento de vialidad que especificara por qué eso era una falta.
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