La recepcionista recibe al Pájaro Loco, sin advertir que los otros pacientes escuchan (se hacen los distraídos, pero andan con la oreja afilada ante cualquier posibilidad de que un recién llegado se colee), la niña improvisa a todo gañote su propia consulta.
- ¿Y te hizo efecto la cremita antimicótica que te recomendó el médico para el ardor al orinar? Porque déjame decirte una cosa, mi amor, estás vivo de vaina.
- Esteee, bueno, ujum – balbucea el Pájaro Loco.
- ¡Qué bien! ¿Y ya no estás estítico?
-¿Cómo sigues de aquel horroroso salpullido en la axila?
- Eeehh, mejor, dice el Pájaro Loco.
Antes de ocupar nuestro asiento (siempre será un misterio por qué el doctor, con tan nutrida clientela, no invierte en unas sillas más cómodas) calculamos tres o cuatro pacientes por delante.
Tras hora y media de espera, la recepcionista comunica al Pájaro Loco que le llega el turno de ver al médico.
Ya de regreso a la antesala, ha de emitirse el pago por la consulta mientras la recepcionista aúlla como si estuviera dando un mitin en la avenida Bolívar.
- Chico, ven pa´ sellarte el récipe
- Pero qué casualidad. ¡Estos son los mismos supositorios que uso yo!...
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