Mi país es como un niño de 12 años que quiere robarle el carro al papá para correr en las calles. Así se comporta el colectivo de este país, como un adolescente.
A esto súmele lluvia, mucha lluvia, un aguacero de preguntas, respuestas inconcretas e incertidumbre. Enciérrelas a continuación en una demagogia gramatical. No tendrá más que retratos de un entorno.
Escribir sobre mi país puede ser mejor que quedarse, incluso es más saludable. Y eso que estamos frente a una cultura oral, que necesita que le digan las cosas ya escritas antes, aunque, se lee más de lo que uno cree, pero menos de lo que quisiéramos.
Hay que leer más de lo que se escribe. Y eso que aquí se escribe bastante. Así no se aprende a escribir. Eso se hace en la práctica lectora...