Mientras Estados Unidos dejaba caer sus bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, 1,6 millones de soldados soviéticos lanzaron un sorpresivo ataque sobre el ejército japonés en el este asiático. A los pocos días, el ejército de un millón de hombres del emperador Hiroito se había desmoronado.
Si bien fue un momento clave de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, casi no es mencionado en los libros de historia, que destacan las dos bombas atómicas lanzadas en un lapso de una semana hace 65 años. En tiempos recientes, no obstante, algunos historiadores comenzaron a decir que las acciones soviéticas incidieron tanto, si no más, que las bombas atómicas en el desenlace de la guerra.
Un nuevo libro de un profesor de historia de la Universidad de California-Santa Bárbara busca impulsar esta teoría y sostiene que el temor a una invasión soviética persuadió a los japoneses de rendirse ante los estadounidenses, convencidos de que los tratarían con más generosidad que los soviéticos.
Las fuerzas japonesas en el nordeste de Asia se enfrentaron con los rusos en 1939, cuando trataron de invadir Mongolia. Y fueron aniquiladas en la batalla de Jalkin Gol, lo que indujo a Tokio a firmar un pacto de neutralidad que mantendría a los rusos alejados de la guerra del Pacífico...