El General siempre había estado preocupado por la apariencia femenina de su hijo mayor. Desde los cinco años prefería muñecas que pistolas de plástico, vestidos que carritos de juguete y telenovelas que películas de guerra o acción.
Cuando cumplió catorce, El General decidió darle un regalo muy especial para que se volviera macho de una vez por todas.
Hizo los contactos de rigor con una prostituta en un burdel y despacho a su hijo a la intima aventura. Desde entonces la apariencia del primogénito se masculinizo.
Comenzó a usar sombrero y botas vaqueras, le pidió a su papá que le comprara una camioneta y por fin le salio pelo en el pecho.
Cada año El General le pasaba una buena suma para que celebrara como un hombre. Más nunca se preocupo por la identidad sexual de su hijo.
Dos años después, El General tuvo la más desagradable sorpresa. Estaba celebrando con otros colegas militares. Uno de ellos invito al grupo a ir a un club donde ofrecían espectáculos en vivo triple equis.
Luego de disfrutar un buen rato el show de una pareja adolescente, El General quedo perplejo al ver que su propio hijo aparecía desnudo en el escenario acompañado de un fornido hombre vestido de soldado.
Antes que pudiera comenzar, El General saco su arma y se encamino hacia la tarima. Por suerte sus amigos pudieron detenerlo a tiempo...
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