Este proyecto nació por una mujer y se ha mantenido en el tiempo por el bendito milagro de seguir conociendo a otras. Así que dedico estas letras a la creación más bella. Las mujeres. Por ustedes el arte, la música, las guerras, las penas, las glorias, el amor, el erotismo... "Y el cómic"

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25 nov 2016

Billetes verdes

Luisa Lane, quería conseguir unos billetitos verdes, así que paso cerca del congreso donde los que tranzan oro y moneda extranjera te entregan sus tarjetas.

Llegando a la joyería La Francia con el comerciante escogido, recibió un vicioso ataque. Desamparada y sin poder pedir ayuda a la policía, huyo del sitio para contarnos lo que te puede pasar si vas solo a comprar dólares en el mercado negro.

Era una tarde fresca, casi medio día... “Cambio dólares, euros. Compro oro, plata, diamantes... Luisa Lane pensó en esos tipos que le decían su perorata bursátil a todo el que por ahí pasaba, como unos posibles compradores, de esos escasísimos con intenciones honestas. Es decir, confió y cayo como una coneja, pues.

De lejos, casi invisible entre los transeúntes, Luisa Lane comenzó a chequear a los tipos que ofrecen sus tarjeticas del negocio que representan. Para no irse a las primeras, camino lentamente entre los buhoneros del bulevar, de soslayo les miraba de cuando en cuando. Pensó, si llego a la joyería La Francia sin que ninguno me dé buena espina, seguiré de largo. 

Luis Lane, se sintió culpable, le había prometido a Jaime Olsen que le iba a prestar la plata. Él tenía que comprar los materiales para la maqueta con que concursaría en el nuevo proyecto del diario el planeta. Fue cuando decidió cambiar los 100 dólares que le había regalado Klart Kent. 

Luisa Lane, comenzó ofreciéndolos entre sus compañeros de trabajo. Imagino que así seria más fácil venderlos, como todos andaban detrás de los dólares. Pero nadie se los arranco de la mano con la esperanza de que siguieran subiendo de precio. 

Luisa Lane se había quedado con sus dólares fríos, alguien le recomendó los buhoneros del mercado negro del centro, en el edificio La Francia. Por eso era que se encontraba parada a un costado del congreso oteando palmo a palmo la zona en busca de uno de esos tipos con zapatos deportivos, jeans negros gastados, franelas vistosas, koala, lentes oscuros y gorras rojas rojitas. Vale decirlo, básicamente casi todos estaban uniformados. 

Luisa Lane, paso ese día cumpliendo con el ritual del perro ovejero. Observa, se desplaza un poco entre la gente ve a los buhoneros del mercado negro, y sigue de largo. Casi final de la tarde ya, la calle se había congestionado con la hora de salida de las oficinas de alrededor. 

Llegando casi a la Plaza Bolívar, frente a la joyería La Francia, tomo una tarjetica del tipo que se la ofrecía, sin darle tiempo siquiera a mirarla, este comenzó a enumerarle todos sus servicios. Le dije que necesitaba cambiar 100 dólares, inmediatamente se acercaron a mi tres colegas mas del tipo de la tarjetica y me escoltaron al tiempo que me pidieron que entrara al Edificio La Francia. 

Luisa Lane sintió algo raro dentro de sí al percatarse que en un abrir y cerrar de ojos, ya no sabia en que sitio se encontraba. Me metieron por unos pasillos. Me entro una taquicardia, pero asumí que no estaba acostumbrada al protocolo del mercado negro. “Dale pues ¿cuánto tienes?”, dijo uno de los tipos. Saque el billete, el tipo agarro y seme quedo viendo directo a los ojos. Entonces empezó a protestar como un malcriado y subió la voz: “Esto como que es chimbo”. 

Luisa Lane se molesto muchísimo, pero no sospechaba que había algo raro. “Esperate, déjame ver si esto no es chimbo”, dijo otro de los tipos, tomo el billete y se fue para un lado del grupo dándome la espalda. Ahí si me dio el cague, porque sabia que no era normal. ¿Y ahora qué hago?, pensaba mientras seguía al tipo con la vista hasta que regreso. “No chica, toma. Esta vaina es chimba, vete de aquí”. Empezó a gritar el tipo muy cerca de mi cara. 

Luisa Lane agarro el billetito, sintió un nudo en él estomago. Esos desgraciados me han cambiado los 100 dólares. Estoy segura de que no es el mismo que yo les había entregado. Que bolas no joda, como me deje hacer el paquete chileno. Yo que todo el tiempo estoy mosca, que si la burundanga, que si me violan los taxistas, ojo con quien me da un trago... 

Luisa Lane opto por no quedarse callada, recordando la mas reciente película de Roky, empezó a gritar de todo como poseída. ¡Desgraciados maricones! ¡Esta vaina si es chimba! ¡Devuélvanme mi billete hijos de perra!, y tomando a uno de los tipos por la pechera, le espeto en su cara: ¡Dame mis 100 dólares!. 

Luisa Lane, como por arte de magia, había invertido los roles de la negra situación. El carajo que tenia agarrado por la camisa, me veía entre asombrado y arrecho y comenzó a reírse. Yo estaba demasiado histérica, confundida. Quería mi plata, pero también estaba chorreada. Igual grite. Si no me devolvían el dinero por lo menos los dejaría sordos y a lo mejor la gente se iba a enterar. 

Luisa Lane, en medio del vainero, veía como uno de los bichos se le acercaba peligrosamente, me temblaban las piernas. Ya no sabia si era rabia o miedo lo que sentía. De pronto el tipo levanto la mano y solo esperaba la bofetada. Cuando me tiro al pecho un fajito de billetes, eran bolívares. Con la misma rapidez que se sucedió todo, me comenzaron a empujar hasta que me echaron a la calle nuevamente. No había transcurrido mas de media hora, pero a mí se me hizo una eternidad. 

Luisa Lane corrió entre la gente; no vi para atrás y apenas pise el boulevard no pare hasta llegar a la estación del metro. Nunca había estado tan desesperada en mi vida, los latidos del corazón me retumbaban en la cabeza. Los tipos me gritaban: “Te estoy viendo, te estoy viendo todavía, corre”. Ya dentro de la estación de capitolio, el pecho me ardía cuándo respiraba, me escondí detrás de una columna y llore hasta que me chorreaba la nariz. 

Luisa Lane, se sintió bloqueada hasta que llego a su casa. Soltó el bolso, se dejo caer en el suelo y lloro de la rabia. Estaba como en crisis. Al rato me puse a ver el rollito de billetes que me dieron. Ni me preocupe por contarlos. Igual sabia que no me habían dado lo que valían mis 100 dólares. Pero supongo que pudo haber sido peor. 

Luisa Lane, a partir de ese día. Al dirigirse a su trabajo en el diario el planeta, pasaba por cualquier lado distinto al del congreso y la joyería La Francia. Yo se que ahí están los tipos que me jodieron el día. 

F I N...

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