El dinero que tenemos en el banco, los viajes que hemos hecho, las cualidades inexploradas de nuestra personalidad y hasta la complicada agenda diaria pueden ser parte de una patología mentirosa de la que estamos conscientes pero preferimos ignorar por considerarla irrelevante.
En este mismo instante millones de mentiras circulan por medio mundo, mientras la otra mitad se traga un cóctel de cuentos chinos.
Paradojicamente, la mentira tiene el poder mágico de relativizar nuestras creencias y llegar a cierto grado de certidumbre sin antes cuestionar nuestras convicciones.
Este mundo debería entonces aplicar esquemas mas orgánicos de valoración y juicio. A la final lo que duele no es la mentira, sino la traición, que ya es otra cosa.
La verdad no ayuda si antes no hemos entendido nuestra esencia relativa...
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