No sé si recuerdan aquella época en la que tenías miedo al acostarte. El miedo irracional y animal hacia el vacío oscuro de nuestra habitación. Miedo. Palabra que tiene la costumbre de apropiase de una banalidad casi infantil.
Yo lo recuerdo muy bien. La zona de seguridad, donde me sentía a salvo y seguro, se desvanecía en la ansiosa quietud de los muebles y las articulaciones de las paredes.
Cuando todas las luces se apagaban, yo sabía que alguien respiraba, que alguien me devolvía la mirada en la nada, apoyado en el marco de la puerta de mi habitación.
La ridícula idea de que un hombre o algo peor acechara delante de la puerta, a unos metros de mi cama, era imposible y, sin embargo, era...
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