Esta es la segunda de las únicas tres películas que ha realizado el fotógrafo italiano Franco Rubartelli, hoy radicado en Margarita. A Simplicio lo conoció Rubartelli mientras realizaba un comercial en Juan Griego. Ambos personajes fueron representados por dos lugareños, el viejo pescador de nombre Simplicio y el niño Luis Salazar. El rodaje duró bastante tiempo, pues Rubartelli lo adelantaba solo cuando iba a Margarita, mientras trabajaba en Caracas. La música es de Miguel Ángel Fuster.
Simplicio es un viejo pescador de la isla de Margarita que un día rescata a un pequeño niño abandonado en una barca. Luego de consultarlo con el párroco del pueblo, decide hacerse cargo del niño. Ambos viven en el pecio de un viejo barco que había sido de Simplicio, ahora hecho ruinas. Pasan los años y Simplicio el viejo le va enseñando al niño, al que nombró Simplicio, todas las artes de la pesca. Un buen día muere el pescador y el niño queda desamparado, viviendo solo en el arruinado barco y bajo la amenaza de unos delincuentes que se lo quieren adueñar para venderlo como chatarra. La muerte del viejo hunde al muchacho en la tristeza y la impotencia. El sacerdote no logra convencer a Simplicio de que vaya a vivir en la sacristía. Simplicio intenta ahorrar dinero para comprar un bote nuevo y así suplir el pequeño bote que tenía el «capi» —como él le llamaba al viejo lobo del mar— que los delincuentes habían incendiado. Sin embargo, el infortunio no ha concluido...