La primera vez que la llamé y escuché su insólito contestador, no le dí mucha importancia, creyendo que estaba hablando con unos amigos y no se había dado cuenta de que el teléfono se había descolgado, por accidente.
Luego, pensé que nuestra conversación quedaba ligada con otro número y algún inoportuno intruso estaba participando como polizón en nuestras confidencias. Cuando me explicaste que los ruidos indeseables eran algo común, en tu teléfono, empecé a inquietarme un poco, pero pasado un tiempo olvidé el tema, concentrada como estaba, en el vértigo cotidiano.
Fue aquel día en que necesitaba hablarte, cuando comencé a escuchar con atención a tu singular aparato telefónico y mientras me enojaba, por no poder hablar contigo, comencé a tomar conciencia de que se distinguían dos voces.
Una, era masculina y proponía llevar a cabo un plan, solo conocido por las voces y luego aparecía una voz femenina que le decía: ¡Calla, aún no es tiempo!
Ahora estoy recluida en este triste edificio de paredes blancas. Les he pedido que no me pasen ninguna llamada, especialmente las que provengan de tu casa...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario, regresa nuevamente, saludos...