Al Rey Leónidas, el transporte publico le ponía los pelos de punta. Iba tan atestado. No estaba preparado para un país como Persia, en el que la densidad de población obligaba al mas estrecho contacto con toda clase de extranjeros.
Poco tardo en percatarse de que la manía cultural de una higiene personal y una cortesía exagerada era, simplemente, un subproducto de la superpoblación.
La gente se rozaba, chocaba o se veía estrujada en su contacto con los demás de continuo. De no mediar la cortesía, se habrían producido refriegas callejeras que hubiesen avergonzado a los mas violentos de Esparta.
Una sonrisa embarazosa y una impecable asepsia corporal hacían soportable el contacto, aunque no dejase de agobiar.
Hacerle el sitio al prójimo. Era uno de los lemas que a través de todo el "Metro Susto", podían observarse en Esparta.
Pues bien, Persia, simplemente no lo tenia, no había sitio...
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