Me zambullo en la negrura del closet, lo cierro con cuidado, contengo el aliento. Estoy rodeado de rostros que chillan escondidos en los espejos.
Es un cuarto rodeado de paredes blancas, con largas luces de neón en el techo para evitar cualquier sombra. Escondido escucho.
Mi corazón golpea en la oscuridad, intento no asustarme, pienso en otras cosas, recordar otros tiempos, pero como siempre que intento ir al pasado y ocultarme allí, el miedo, siempre a mano, se filtra a través de la memoria.
Noto que por el pasillo se acercan. Olfatean mi miedo. Abren las ventanas de sus narices como negras chimeneas, balancean a uno y otro lado sus desmesuradas cabezas y no paran de oler. Van absorbiendo el miedo.
Ahora me huelen a mi. Puedo oír sus bufidos. Aun no saben donde me escondo, procuro no moverme. No he logrado esconderme ni diez minutos. Me han atrapado.
Me arrastran, no me resisto ni hago ruido. Gritar solo empeora las cosas. Me contengo, las sienes me laten. Ya no puedo continuar resistiendo.
Cuando las sienes me laten, ya no es cuestión de fuerza de voluntad. Es un botón. Al apretarlo me disparo a tal volumen que desaparece todo ruido. Mi grito opaca todos los demás sonidos.
Lo único que consigo escuchar por encima de mis lamentos son alaridos que avanzan y se abren paso a golpes. Los oigo llegar, pero consigo acallar mis aullidos.
Grito, me tapan la boca con todo lo que tienen a mano y me lo empujan garganta abajo. ¡Es demasiado horrible para que haya ocurrido realmente!. Demasiado terrible para ser verdad.
Pero, un momento por favor, cuando lo recuerdo, todavía me cuesta conservar la calma. Es cierto aunque no hubiera sucedido.
Hoy, simplemente, no recuerdo nada...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario, regresa nuevamente, saludos...