Está usted a punto de vivir una extraordinaria experiencia. Está a punto de mantener una conversación con Dios. Sí, sí. Lo sé... eso no es posible. Probablemente piense (o le han enseñado) que eso no es posible.
Ciertamente, se puede hablar a Dios; pero no con Dios. Es decir: Dios no va a contestar, ¿no es eso? ¡Al menos no en la forma de una conversación normal y corriente! Lo mismo pensaba yo. Pero luego me «ocurrió» este libro. Y lo digo literalmente.
No se trata de un libro escrito por Mí, sino que me ha «ocurrido» a Mí. Y, cuando lo lea, le «ocurrirá» a usted, ya que todos alcanzamos la verdad para la que estamos preparados. Probablemente, mi vida sería mucho mas fácil si hubiera mantenido silencio acerca de todo esto.
Pero esa no fue la razón de que me ocurriera. Y cualesquiera que sean los inconvenientes que el libro pueda causarme (como ser tildado de blasfemo, de impostor, de hipócrita por no haber vivido estas verdades en el pasado, lo que tal vez sea peor- de santo), ya no me es posible detener el proceso. Ni hacer lo que quiera.
He dispuesto de ocasiones para apartarme de todo este asunto y no las he aprovechado. Respecto a este material, he decidido basarme en lo que me dice mi instinto, más que en lo que me pueda decir la mayoría de la gente...
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