Ariel desaparece, luego reaparece, se sumerge y sale de nuevo a la superficie. Extiende los brazos. El barco, estremeciéndose bajo los vientos continua sus maniobras, los marineros y los pasajeros no ven a la Sirenita. Su miserable cabeza no es mas que un punto en la enormidad de las olas.
Ariel quiere gritar, solo emite sonidos guturales. Úrsula, la bruja del mar, le ha dado piernas a cambio de su voz. Ahora no tiene lengua. Allí estaba ella hace un momento, formaba parte del barco. ¿Que ha sucedido?. Tritón, su padre, ha desatado las fuerzas del mar para castigarla. Resbalo, cayo.
Se encuentra sumergida entre las monstruosidades de las aguas, mar que fue su hogar. Los vaivenes del abismo la arrastran. Cada vez que se hunde entreve precipicios llenos de oscuridad. Bebe toda su amargura. Pero lucha. Trata de defenderse. De sostenerse. Hace esfuerzos, nada. ¿Donde esta el barco?. Allá a lo lejos, apenas visible en las pálidas tinieblas del horizonte.
Se siente sepultada entre los infinitos. El océano y el cielo. Uno es su tumba, el otro su mortaja.
La noche desciende, hace ya horas que nada, agotada, ¿Donde esta el barco?. Ha desaparecido. Se encuentra sola en el formidable crepuscular. Se sumerge, se estira, se retuerce. Siente debajo de si los vagos monstruos de lo invisible.
A su alrededor, la oscuridad, la bruma, la soledad. El tumulto tempestuoso e inconsciente, el repliegue indefinido de las aguas feroces.
Dentro de si, el horror y la fatiga. Debajo, el abismo. El frió sin fondo la paraliza. Sus manos se crispan, se cierran, apresan la nada.
¿Que hacer?. Ariel, desesperada se abandona. Esta cansada. Toma el partido de morir. Se deja llevar, se entrega a su suerte y rueda para siempre en las lúgubres profundidades del abismo...
Ariel quiere gritar, solo emite sonidos guturales. Úrsula, la bruja del mar, le ha dado piernas a cambio de su voz. Ahora no tiene lengua. Allí estaba ella hace un momento, formaba parte del barco. ¿Que ha sucedido?. Tritón, su padre, ha desatado las fuerzas del mar para castigarla. Resbalo, cayo.
Se encuentra sumergida entre las monstruosidades de las aguas, mar que fue su hogar. Los vaivenes del abismo la arrastran. Cada vez que se hunde entreve precipicios llenos de oscuridad. Bebe toda su amargura. Pero lucha. Trata de defenderse. De sostenerse. Hace esfuerzos, nada. ¿Donde esta el barco?. Allá a lo lejos, apenas visible en las pálidas tinieblas del horizonte.
Se siente sepultada entre los infinitos. El océano y el cielo. Uno es su tumba, el otro su mortaja.
La noche desciende, hace ya horas que nada, agotada, ¿Donde esta el barco?. Ha desaparecido. Se encuentra sola en el formidable crepuscular. Se sumerge, se estira, se retuerce. Siente debajo de si los vagos monstruos de lo invisible.
A su alrededor, la oscuridad, la bruma, la soledad. El tumulto tempestuoso e inconsciente, el repliegue indefinido de las aguas feroces.
Dentro de si, el horror y la fatiga. Debajo, el abismo. El frió sin fondo la paraliza. Sus manos se crispan, se cierran, apresan la nada.
¿Que hacer?. Ariel, desesperada se abandona. Esta cansada. Toma el partido de morir. Se deja llevar, se entrega a su suerte y rueda para siempre en las lúgubres profundidades del abismo...
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