Dios te salve santa Francisca Romana, Patrona de los Motorizados, y no nos desampares en nuestra cruzada por calles y avenidas.
Líbranos de los huecos y las alcantarillas rotas, e intercede para que la lluvia caiga cuando estemos ya en casa o, si no es mucho pedir, pon en nuestro camino un puente o una cornisa bajo cuya superficie guarecernos de la tormenta.
Dale sosiego al fiscal de tránsito para que no nos matraquee toda vez que olvidemos llevar encima los papeles de la moto; y prudencia al chofer de la camionetica negado a mirar por el espejo retrovisor, sin interesarse en nuestra posible presencia al reanudar su marcha.
Cuídanos de los niños que desde las ventanillas de los autobuses escolares compiten para ver quién acierta el escupitajo sobre el dibujo de la estrella en el casco; y defiéndenos de las abuelitas que atraviesan el rayado sin importarles un carrizo nuestra proximidad.
Y si todo esto que te pedimos, santa Francisca Romana, te parece demasiado ¡concédenos entonces, chica, un Toyota Camry!
Amén.
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