Esta actividad fue uno de los pocos temas de los que puedo hablar con propiedad, represento una tajada de mi patrimonio en mi época de bachillerato, ocupación marcada por la indiferencia y el sol.
Los atributos del oficio no han variado desde entonces y ante la proximidad del volantero, la mayoría de los transeúntes aceleran el paso sin ofrecer siquiera la delicadeza de un “no, gracias” o dan un brusco rodeo y hasta cambian de acera como si aquel trozo de papel estuviese impregnado de las bacterias del ántrax.
Sé amable, finge echarle un vistazo a la oferta y no la arrojes al bote de basura hasta que el volantero se haya perdido de vista o alguien más le esté sacando el cuerpo.
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