O la mamá de Mafalda… y también de Guille. Fue a la universidad, pero abandonó la carrera porque se casó.
Cocina, lava, plancha, hace las compras, usa ruleros y sabe tocar el piano. Una mujer argentina de clase media, de los años sesenta, a quien Mafalda sorprende con sus preguntas y reflexiones sobre la paz mundial, la humanidad y la política.
Una nada en comparación a cuando tiene que lidiar con la niña para que ingiera su sopa, pues la detesta. Al menos en eso tiene un remanso con Guille, quien a gritos pide: “¡máz, sopita, mamá!”.
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